Días de Invierno.

En aquellos días, cuando la soledad absurda vivía tras mi tráquea y se alimentaba de mis sueños, todo parecía distantemente oscuro a la realidad, todo a una simple escala de gris y negro, donde ni el más mínimo rayo de sol lograba acariciar mi alma aun en los días más brillosos. Esos días lluviosos, oscuros y fríos eran como el mejor paisaje en mi ventana, acompañada de una taza de café, de uno que otro cigarro, de una cobija bien grande y fría donde hacían falta un poco de unos brazos ajenos a los míos.

Aún conservo algunos recuerdos -algo borrosos- de muchos días de invierno, en las cuales solía escribir entre unos brazos acogedores, entre un café acompañado donde el cenicero desbordaba de sonrisas y cenizas, desbordaba en mi alma una felicidad algo apática para mi gusto, algo ilógico en realidad, encontrarme en unas pupilas en las cuales me atormentan por la noche y, hasta algunas veces, por el día. Es algo agotante escapar de esa felicidad, que hoy en día me hace llorar por muchas lunas, me hace agobiar en tan mundo cruel, me hace gritar en el eterno silencio que hoy yace en mi alma.

Y, aún no entiendo por qué le suelo recordar cada vez que escribo, cada vez que suspiro o cada vez que veo las hojas caer por mi ventana anunciando la llegada del invierno, de aquellos inviernos; que cada año que pasa se vuelven cada vez más fríos y penetrantes, se envuelven entre mis dedos con cada letra que sale de mi palmo, con cada letra que brotan de mis lágrimas; absurdas lágrimas que no tienen significado alguno… Es irónico recordar algo que hace mucho tiempo yace perdido, tal vez se perdió en el cosmos de mi alma, tal vez, nunca me di cuenta que le amaba tanto; que hasta podría haberle matado, aunque la muerta aquí sea yo.

Algunas veces suelo pensar, que regresas a mis brazos, que se te escapa un te extraño al verme llorar… Aunque solamente sean simples pesadillas que atormentan a mi corazón cada vez que el invierno suele llegar, son simples consuelos que no logran llenar a este cuerpo vacío porque alma, no tiene ya.

Día tras día, es como si se hubiese congelado aquél simplemente momento en mi memoria, en donde lo vi por última vez, en donde ni me hubiera imaginado que ese día fuera el último en el cual, me viera reflejada en su mirada. Es algo efímero y tan constante, cerrar mis ojos y revivir ese momento, es como si volviera a tocarle, como si volviera a sentir sus labios y su calor alrededor de mi cuerpo, cuando eran tan largas las tardes postrada en su cama observándole dormir entre mis frágiles brazos. Me sentía como una niña cuando le sentía respirar, sentía como si el mundo se transformara en esa simple persona, sentía como levemente mi alma se escapaba de mi cuerpo cada vez que le susurraba aquel sentimiento que hacía latir mi corazón. Quién hubiera imaginado que ese día fuera el último.  Y no fue una despedida, que es lo que más me mata. Fue como un arma asesina aniquilándome en cada bala, en cada acuchillada lograba traspasar el miocardio. Aquel dolor que vive en mí logra paralizar cada parte de mi alma y sangrarme hasta el corazón.

 Que vergonzoso verme ahora, quebrada y rota por un ser humano, por una simple y única persona que lograba hacerme elevar hasta Júpiter y Urano. A veces desconcertada y decepcionada de algo que a la final, se convierte en una triste fantasía, se convierte en un triste y alejado recuerdo cada vez más…

Mis ojos se ahogaron de tantas lágrimas y en mi garganta ya no caben más gritos ni nombres por pronunciar, a mi alma no le cabe ni una gota más de decepciones, aunque el recordarle es algo que normalmente suelo evitar pero sin lograrlo, sin poder alcanzarlo es como una lucha eterna, una guerra carmesí dentro de mi interior. Suelo preguntarme tantas veces al mirarme en el espejo: ¿Qué hago yo con tu recuerdo? ¿Qué haces tú sin mí? ¿Qué hago yo alejada de todo esto? Suelo encerrar todo lo que sucede en mi memoria y en mi corazón, escapando de una realidad que en realidad, es mi día a día, es mi vida plena mal gastada en una constante. Ahora, no hago más que caminar entre la gente sin rumbo alguno, dejándome llevar por el viento, sintiendo como suavemente acaricia mi cabello y mi mejilla, como pasa por mis dedos haciéndome torturar silenciosamente, esperando como una luz entre la gente que le haga aparecer de repente entre tanto gentío, entre tanta gente vacía que, al igual que yo, espera simplemente que aparezca una razón por la cual caminar, por la cual levantarse cuando ya estés caída por la piedra.

Y sin más preámbulo, así comienza mi día a día, sin significado alguno, escribiéndole y versándole inconscientemente, sangrando nuevamente por la herida; porqué, las cosas que no se dicen suelen doler más que los golpes. Eso sucede conmigo cada vez que revive dentro de mi memoria todos aquellos recuerdos guardados como una biografía, como un documental, como una película sangrienta. Que dulce suele ser el dolor, que dulce suele ser el amor que mata, que te hace dormir porque estás cansada de tanto llorar. Que dulce suelen ser aquellas preguntas que nunca conseguiré respuesta, se convierten en eternas pesadillas que me atormentan hasta cuando ando despierta. ¿Acaso él no me recuerda? ¿Acaso le dolerá también cuando alguien pronuncia mi nombre?

Son tantos los días y las noches también, que aparecen aquellas preguntas revotando en mi cabeza, peor que una fuerte jaqueca o un dolor de muela, aun sabiendo muy bien que como yo, él también ha sufrido, yo también le he matado y como hoy, muero cada día lentamente… Y día tras día le he asesinado, y como me encanta hacerlo, como me duele y me hace suspirar al mismo tiempo. Soy una simple asesina enamorada de su víctima, soy una simple poeta condenada a versarle siempre aun después de muerta.

Aún me quedan versos tristes por recitarle a su olvido, a su maldito olvido. Oh, que cruel ha sido el destino por entrelazar nuestros caminos para hacernos sufrir, para convertir el dolor en un sufrimiento eterno. Y sólo la luna sabe cuántas noches he pasado convirtiendo el sufrimiento en miles de prosas, convirtiendo la agonía en poesía, transformando mis lágrimas en simple sonrisas vacías. Aunque he intentado colocar el punto y final, sólo consigo comas y puntos suspensivos en cada párrafo. No existe nadie que pueda extenderme la mano y acobijar un alma tan adolorida y quebrada, tan triste y desolada, tan absurda esta existencia que acobija un cuerpo gritándole al vacío que vuelva ¿Por qué no regresas a mis brazos? –Susurre entre lágrimas- Tanto odio yace en cada sílaba, por amarle aun sabiendo que jamás volveré a tenerle, por el simple hecho de saber que la culpable de tanto sufrimiento siempre he sido yo misma, y entre tanto dolor siempre me he preguntado… ¿A él también le dolerá? Realmente, que egoísta soy por caer siempre en esa pregunta, por volver a caer con la misma piedra aun sabiendo que se encuentra allí. Y es que -Creo que me gusta- masoquistamente, me gusta caer con la misma piedra. Lo sé, que inútil soy, que inútil me he convertido, aun entre tanta dolencia, sólo la última imagen que tengo de su rostro sonriéndome es lo que me mantiene firme o mejor dicho, lo que me mantiene sentada en este mueble, versándole en este exilio.

Han pasado algunos meses; ya se escuchan las aves cantar alegremente, como si afuera de estas cuatro paredes existiera otro mundo ajeno a mi realidad. Es algo melancólico observar como finaliza la primavera, como acaba borrando mis recuerdos de incontables atardeceres en aquel campo de tulipanes, de cerezos, de rosas, de mariposas revoleteando sin cesar, de escuchar el viento entre las hojas de los arboles, de respirar entre el pasto siendo testigo la propia naturaleza de un amor tan grande, de un amor tan trágico que hacia suspirar hasta el planeta tierra. Era algo tan irreal, cuando me tomaba de la mano sentía como el mismísimo cielo bajaba a mis pies, contemplaba una vista tan exquisita desde lo más alto de una montaña, sobrevolando entre las nubes, muriendo y reviviendo nuevamente en un par de brazos, entre un pecho y un alma, entre aves y hasta incluso aviones que se encontraban a nuestro alrededor. Es algo triste salir de mi habitación y acostarme sobre el pasto, observar el cielo sin su mirada y sin su mano, sin nada en este cuerpo inhumano, rebobinar al pasado en tan sólo segundos, cerrar mis ojos es como encontrarle de nuevo, al sentir el viento rozar mi piel y mi cabellera, es algo estúpido a la vez este sentimiento encontrado, ahora lo único que vive dentro de mi son cada uno de los versos que me acompañan en esta noche tan fría y desolada sin su amor.

Innumerable veces me he conseguido en la misma situación, me digo a mi misma que para la otra semana ya se ha calmado esta tristeza, que pronto dejará de atormentarme su recuerdo por las noches cuando duermo, que cinismo el mío –Lo sé- aún suelo pensar que volverás, que mis días grises retoman su color y que sin medir más palabras le beso sin control.

Hoy me he despertado como de un profundo sueño, son las tres de la mañana y aquí en mi habitación sólo falta él. Que absurdo, jamás pensé que mi peor pesadilla fuera la misma persona que antes me quitaba el sueño. Estoy cansada ya de ser acobijada en las noches por la soledad y al despertar no conseguir nada más que el simple vacío, que hasta este silencio aturde mi tristeza, la pronuncia más de lo que realmente es. Solía pensar que no existiría nada que me destruyera, pues me equivoque… Me equivoque en pensar que podría llegar a ser feliz entre tus brazos y hoy me pregunto ¿Cómo hubiese sido mi vida si nunca se hubiese marchado? Sólo consigo más preguntas sin contestar a mi interrogante, sólo continuo escribiéndole versos tristes a la única cosa que no consigo olvidar, tú.

En ciertas ocasiones suelo perderme dentro de mi subconsciente, suelo quebrarme internamente y congelarme con el tiempo entre el espacio en donde nace y muere mis suspiros y su recuerdo. Que incrédula me he vuelto desde que te marchaste, ahora no entra ni una hoja del árbol en mi habitación, ni el viento se esmera por recorrer mi cabellera a su manera, como aquellos días de primavera, como aquellos días donde mi alma deambulaba en su regazo, donde mis dedos aprendieron a caminar por primera vez sobre su piel, donde más de una de mis pecas fueron contadas y descubiertas, desafiando la gravedad cada vez que le besaba, deteniendo el tiempo cada vez que me agarraba de la mano, allí; en ese mismísimo instante… Donde en mis sueños le seguía amando, donde era más que bienvenidas las sonrisas y las miradas, donde un día se convertía en una semana y donde una noche se convertía en toda una vida. Y ahora, entre mis versos siempre renacerás, siempre suspirara mi alma por sus manos, deseando encontrarle en aquel campo de girasoles, deseando encontrarle en el pasto de la atardecer bajo la sombra de nuestro árbol. Que irónico, antes dormía para soñarle y ahora no me dejas dormir. Antes solía escribir de cualquier tema y ahora no consigo dejar de versarle, aun siendo tan cortante hasta el intento de recordarle, porque con sólo escuchar su nombre hace que duela más mi corazón.

Con esto he descubierto, que mis demonios se disfrazaron en el ser que más he amado, se colocaron la piel de un hombre con dulce mirada y labios provocadores, que tenía la altura exacta para poder acobijar mi alma en su pecho, donde sus brazos eran la pieza perfecta para mis noches de invierno. Que dichosos aquellos tiempos en el que él solía ser lo que habitaba a mí alrededor -Aunque ahora suelen ser esos recuerdos los más agrios- y aunque sé que no vale el tiempo ni la pena definir el desconsuelo de este corazón mal herido, de esta alma desdichada, y no es que te odie; es que me sigue doliendo, me sigue torturando por el día y atormentando en mis desvelos. Que arrogante se ha convertido Cupido al enamorarme sin consuelo, ahora, sólo te consigo en mis escritos y en mis verbos, el amar a alguien que jamás podrás tener es como un veneno, un dulce veneno que me mata por dentro cada día más mientras te voy matando en mis sueños.

Y al verme las manos ensangrentadas luego de tal acto, luego de asesinarle cruelmente, siento como si mi alma poco a poco se estuviera perdiendo, como si poco a poco mi corazón perdiera la consciencia… Observo el cuerpo y lo abrazo aferrándome a un simple recuerdo, me torturo a mi misma y ni sé por qué, rompo a llorar mientras los pedazos de mi alma se van quebrando lentamente, nuevamente; sin fin alguno. Y por más que entierre su recuerdo, él reaparece en la terraza de mi pensamiento luego de una noche de tormenta, me persigue aun cuando me siento en aquel sillón para leer un libro o para dibujar su mirada. Ha pasado tanto tiempo que es lo único que logro recordar con exactitud. Hasta su voz se me ha olvidado ¿Cómo era escuchar mi nombre salir de su boca? Cómo era sentir ese escalofrío recorrer mi cuerpo cada vez que me decía que me amaba, sentir cómo aquella palabra salía de lo más profundo de su ser hasta llegar a su tráquea y lograr que su boca fuera lo más sagrado para mí. El escucharle era como la morfina, era lo que me curaba, lo que me quitaba el dolor y el frío, me aliviaba todos mis males, era como el canto de un ángel, un ángel, que se dispuso a bajar del cielo para calmar mis ansias, para descansar mi cuerpo. Él abría sus alas como para tomar vuelo, me abrazaba con sus brazos y me apretaba entre su pecho, me miraba con unas pupilas tan grandes que hasta me podía ver reflejada en ellos, sentía una paz tan inmensa cada vez que me salvaba de el infierno, sentía que absolutamente todo iba a estar bien si permanecía en ellos.

Y ahora he decidido olvidarte, no sé cuándo ni dónde… Pero lo haré, aunque no lo quiera, aunque no me alcance el tiempo, aunque por más que le ame y le sueñe, aunque por más que desee poder volver a dormir entre sus brazos, poder volver posar mi alma en su regazo, lo haré.

Es un dolor arrebatante cada vez qué por casualidad algo me hacía recordarle, cada vez que alguien pronunciaba su nombre o cada vez que algún sitio me recordaba aquellos tiempos de felicidad absurda que hace mucho yacen perdido, no sé para dónde se fueron, no sé si se extinguieron, no sé si vuelva a sentir lo mismo, lo único que sé es que hoy, su ausencia me duele más que todo y más que nunca, me duele pasar la infinidad de los días sin aquel pecho en donde le contaba mis más profundos secretos, donde allí brotaban los más dulces sueños y donde alguna vez mi tristeza fue guardada, fue dormida con mis demonios. Su pecho fue testigo de todos mis suspiros y de mis desvelos, sus brazos como cobija encajaban perfectos en mis días de invierno y hasta me servía de paraguas en aquellas tardes lluviosas donde las tazas de café las acompañábamos con un par de sonrisas y hasta con un par de besos, donde mi boca se desbordaba de tantos te amos, donde ese lugar se convertía poco a poco en un confesionario, donde sin medir más palabras mi alma se entregaba por sí sola a este sentimiento, donde mis dedos temblorosos pasearon por su cuerpo.

Que cruel es mi mente por el simple hecho de recordar cada preciso momento, y ahora, sólo quiero verle de nuevo y morir al instante, entre sus brazos; entre aquellas manos que tanto me hacen falta. Que felicidad sería poder verme en sus ojos nuevamente, aun sabiendo que me perderé en ellos. Por más que lo intente todavía no logro comprender porque este desespero de recordarle; aun, sintiendo este puñal en mi corazón, este nudo en la garganta y este sentimiento que me hace perder la razón. Suelen ser extrañas las lágrimas sobre mi rostro, porque todavía no logro acostumbrarme a aquellos momentos de silencios y de profundo dolor. Creo que, lo único que podría salvarme de este infierno sería el mismo que me condena a él. Cualquier lugar es mejor que este, aquí donde en miles de versos le he revivido y asesinado incontables veces, y con el mismo puñal he pactado mi más eterna condena, mi más eterno sufrimiento en carne y hueso, donde lo único que traspira sobre mis poros son las incontables noches que le he deseado tras cada párrafo y cada suspiro ausente de su boca.

Me despierto todos los días y me repito a mí misma que debo de seguir con mi vida sin él, haciendo del “Pandemonium” mi nuevo mundo y realidad. Y aún sabiendo que mi felicidad se me escapa como arena entre las manos, mi alma escoge un rumbo sin destino alguno, perdiendo día a día la razón de mi camino y lo único que me consigo en ella son trozos de recuerdos que solía pasar junto a él, de tardes tan largas y tan profundas como nuestras miradas. Creo que, ahora, es lo único que puedo recordar. Hasta se me olvido cómo era amar a alguien tan de cerca, cómo era abrazarle y sentir que podías hacerlo todo estando entre sus brazos, como una sonrisa se volvía todo a tu alrededor y la solución a tus problemas, lo que ahora es lo que más me atormenta por las noches frías y eternas. Y aunque algunas noches logro conciliar el sueño, suelo tener pesadillas en donde le asesino de nuevo, le sigo matando aun en mis sueños, tal vez sea el destino que le espera a una asesina carmesí, a una loca amante enamorada de su propia víctima, de una poeta que no puede morir porque hay algo que siempre la mantiene viva…

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