Mil Motivos Para Amarla.
Al
retroceder en el tiempo y recordar tantos momentos de soledad, tantos días de
invierno, tantas horas perdidas en algo que ya no tenía remedio… Tantos
intentos fallidos por el simple hecho de conseguir algo que se alejaba más
mientras buscaba. Tantas noches por las cuales, ahogue mi alma en un llanto,
tan eterno, en ese maldito dolor, que hoy parece que nunca hubiera existido.
Hoy parece como si aquellos instantes de desolación se hubieran desaparecido,
se hubieran extinguido. Es como si hubiese sido sólo una horrible pesadilla,
donde las horas eran más que agobiantes y cortantes, eran más que
desgarradoras, que hacían quebrantar hasta el alma más fuerte.
Ahora, todo es tan simple pero perfecto
a la vez. Y, debo de aceptar que realmente, todo es tan ilógico… De lo gris
retorne a un azul, de ese azul que parece el propio cielo, como si lo lograrás
palparlo con tus dedos, como si lo pudieras sentir entre tus brazos y en tu
pelo. Todo lo triste se esfumo en un abrir y cerrar de suspiro, cuando la
observe por primera vez, en aquel instante sentí que todo lo que componía el
cosmos, se transformaba en una persona, en un par de ojos, en una cabellera
infinita, en unos labios que, sinceramente, me hacían perder la cabeza.
Nunca
había deleitado tan perfectos labios, hasta me atormentaban por la noche
pensando en poder rozarlos, pensando en que me asesinaban en cada beso mientras
me enredaba entre su cabello. No entiendo, como una simple mujer, me pudo hacer
perder la razón y sin conocerla, era tan perfecta, se veía tan frágil, que
hasta el viento rozaba su rostro con tal delicadeza para no dañar tan perfecta
sonrisa, y yo, allí, sin mover mis ojos a otro punto, sólo la observaba como si
no tuviera otra cosa por hacer.
Y así comenzaron mis días, pero por
favor; no me digan acosadora, por ser una observadora amante de algo
inalcanzable, de alguien que ni sabía de mi existencia, así la amaba en mis
días de espera.
Mientras
que pasaban los días, la observaba más hermosa y brillante, deslumbraba entre
millones de personas, era más brillante que el propio sol, era ella que le daba
luz a mis días más grises en este invierno. Era ella, lo que mi corazón y mis
manos anhelaban tocar en silencio, anhelaban acariciar lentamente su mejilla
mientras la miraba fijamente en sus pupilas.
Con
sólo pensarlo mi corazón se exaltaba, ahora cómo sería tenerla en frente mío. Cómo
sería amarla realmente como debería de ser. Que tortura más grande le he dado a
mi alma; este veneno que poco a poco me va aniquilando: Tenerle tan cerca pero
a la vez tan lejos.
Mi
musa, que me acompaña hasta en mis noches de desvelo, era ella lo que mi
corazón más anhelaba… Me la pasaba horas y horas postrada en mi cama,
anhelándole y suspirándole lentamente. Trataba de conseguir el valor que no
tenía para poder hablarle, lo deseaba en lo más profundo de mí ser, poder
entablar una conversación con una mujer tan maravillosa. Que gusto le daría a
mi paladar y a mis ojos, poder tenerle tan cerca y observarla sonreír. Quería
simplemente confesarle todo el tormento que me hacía sentir y, a la vez,
confesarle todo el gusto que me daba vivir en este dulce veneno...
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