Cuando Pienso En Ti.
He vestido a la soledad con el sabor de su ausencia, con la lejanía de sus brazos y con los kilómetros que separan nuestros labios. He convertido el frío en un calor de primavera, al compás de las conversaciones que mantenemos todo el día y, mientras cae el sol, suspiro miles de veces cuando le confieso cómo muero tras cada “Te Amo” que sale de mi boca, al empaparme de una felicidad infinita al saber que él existe, que él me espera… Que él me piensa al igual que yo le pienso… A altas horas de la noche y a cada segundo que transcurre en mi reloj.
Tengo ganas de leer sus labios, para saber su historia y descubrir si de mí han hablado... O si alguna vez me han extrañado. Mi alma suspira por unos brazos que aun no conoce, por unos ojos un tanto ajenos a mi realidad, esperando ser alcanzada por ellos y así romper con mis esquemas, desdibujando su ausencia, volviéndole eterno en mi cabeza con ese preciso instante, en que nuestras miradas se crucen por primera vez, en que mis labios le den la bienvenida para que se quede anidando en mis brazos, haciéndome compañía, logrando desaparecer cualquier soledad.
¿Cómo se puede amar tanto?... ¿Cómo puedo seguir respirando su ausencia sin agravar aún más la herida?. No sé si su amor sea una bendición o una maldición, pero, ahora como todos los días, lo único que hago es pensar en él, a diario y constantemente. Como la brisa de la tarde, como aquella taza de café en mis mañanas mientras que el humo del cigarrillo adorna esa figura, en donde al fin nuestros dedos entrelazados dancen al ritmo de nuestros corazones latentes, con esas ganas inmensas de amar y ser amados, de estar unidos pero no atados, de volar en ese basto y libre cielo, volviendo mi alma libre en él y en sus besos... En sus pupilas... En sus palabras, que me hacen libre aun en la distancia.
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