Cuando No Estoy Junto A Ti.
Ese color
natural de tu sonrisa, cuando empapas mis pupilas de sensaciones infinitas al
percibir tu aroma, al observarte llegar, al sostener tu mano y darme cuenta de
lo mucho que te extrañaba… Te extraño.
Mi mano se
sentía tan fría en las noches, la oscuridad cegaba mi vista, pero no mi mente.
Allí en tanta oscuridad, tu recuerdo; aunque tenga tu cuerpo ausente, iluminaba
mi vida, mi espíritu y ahuyentaba a la muerte. Brillaba más que el propio sol,
como luz del cosmos astral, me entregaba mucho más de lo que podía imaginar.
Así pasaban mis
días sin ti, extrañándote todos los días del mes, esperando por volverte a tener.
Porque estar entre tus brazos es lo más cercano a tocar las nubes, a volar por
el cielo sin pisar ni una vez el suelo. Cuando mis ojos detallan cada milímetro
de tus gestos al hablar, al saludarme con tu sonrisa y besarme con tu mirada,
al sentir tu mano cálida después de tanto invierno en mi cuarto...
Mi cama se
siente tan ajena a lo que la recordaba; cuando me encuentro sin ti, cuando no
estoy junto a ti todo es realmente extraño… Realmente necesaria tu risa
rebotando entre las paredes, inevitable no suspirar al recordarlo, cada
momento, cada mirada, cada beso, cada sonrisa que me brinda tu compañía.
Nada se
compara con la felicidad que me brinda tu abrazo, escuchar tu voz decir lo
mucho que me ama como estimulante para el corazón, vital es el calor que me
transmite tu cuerpo por las noches al irme a dormir, porque mi alma le teme al
frío de la soledad cuando la luna se oculta tras la nube y no te tengo aquí…
Regresa a mí.
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